Sobre mi

Desde que tengo memoria, mis dos abuelas han sido el faro que han iluminado mi camino. Ellas son Tuta y Lela.
Su sabiduría y calidez han sido los pilares de mi vida.

Recuerdo las tardes pasadas en sus cocina, donde el aroma de las galletas recién horneadas llenaba el aire y el sonido reconfortante de su risa resonaba en cada rincón. Ellas me enseñaron los secretos de la pasteleria, compartiendo conmigo recetas transmitidas de generación en generación. Cada galleta, cada torta o cada postre llevaban consigo una pizca de su amor y dedicación.

Pero nuestra conexión trascendía más allá de la cocina. Tuta y Lela eran mis confidentes, mis consejeras, mis amigas y la mejor compañía. Pasábamos horas paseando, compartiendo historias y mis sueños para el futuro. Su sabiduría era inagotable y sus palabras siempre resonaban en mi corazón, guiándome en los momentos de duda y celebrando conmigo en los momentos de alegría.
A medida que crecía, mi relación con cada una de ellas solo se fortalecía. Aunque la vida nos llevó por caminos diferentes, el lazo que nos unía permanecía inquebrantable. Incluso cuando la distancia nos separaba, su amor y apoyo seguían siendo mi mayor fuente de inspiración.

Hoy, mientras reflexiono sobre los recuerdos compartidos y las lecciones aprendidas, sé que soy quien soy gracias a la influencia de mis abuelas. Su amor incondicional y su guía han moldeado mi carácter y han dado forma a mis sueños.
Lela ya no está físicamente conmigo, su espíritu vive en cada sonrisa, en cada tarta horneada con amor, recordándome siempre el poder del vínculo entre una abuela y su nieta.
Tuta con la que agradezco poder compartir momentos y poder seguir cocinando juntas, siempre me recuerda que cuando era pequeña le decia: "yo cuando sea grande voy a vender tortas"